De entre las figuras postimpresionistas, Suzanne Valadon es una de las artistas con más personalidad y fuerza, tanto vital como creativa. Nacida en 1865 como Marie Clémentine Valade, era la hija ilegítimade una lavandera que vivía en Montmartre. Creció en ese enclave privilegiado para todo aspirante a artista y desde pequeña deambulaba por sus calles con absoluta libertad, viendo pintar a los artistas de la época.
Trabajó de aprendiz en una fábrica de ropa de los nueve a los doce años, hizo de fregona, camarera y de vendedora de verduras en el mercado de Les Halles, hasta que a los dieciséis años comenzó a trabajar como acróbata en el circo, carrera que se vio truncada por un accidente.
A los diecisiete años empezó a posar como modelo para pintores como Zandomeneghi, Di Nitis, Toulousse-Lautrec, Renoir, Degas o Puvis de Chavannes. Apodada gamine (chiquilla), pasaba las tardes en los cafés de Montmartre, y en 1883 se encaprichó del pintor catalán Miguel Utrillo, de quien quedó embarazada. En diciembre de ese año nació su hijo Maurice Utrillo.
En 1887 Toulouse-Lautrec alquiló un estudio en el edificio en el que vivía Valadon con su madre y su hijo, descubriendo muy pronto que ella poseía un talento natural para el dibujo y la pintura.
Toulouse-Lautrec consulto a Degas sobre la calidad artística de la obra de Valadon y éste la animó a que se dedicara profesionalmente a la pintura, además de conseguirle exposiciones en varias galerías de París.
Sus primeras pinturas conocidas datan de 1892 y son retratos de niños.
A partir de 1920 su pintura estuvo muy influida por Matisse siendo a partir de entonces cuando obtuvo más éxito entre la crítica y mayor reconocimiento internacional. Siguio pintando hasta su muerte en 1938.
Se cuentan muchas anécdotas sobre su carácter siempre rebelde e independiente y sus excentricidades, como la de tener una cabra een su estudio, “para que se comiera mis malos dibujos”.